martes, 25 de diciembre de 2012

Historias Flasheras: Steam Powered Romance: Cap II


Cargando… 3… 2… 1… Encendido exitoso.

Cuando Diesel abrió los ojos, el mundo a su alrededor empezó a dar vueltas. Estaba muy desorientada, más de lo que había estado en toda su existencia.

Donde… ¿Donde estoy? ¿Qué es este lugar?

Una mano se acercó a ella, unas voces sonaban confusas cerca de su cabeza. El resplandor de unos ojos LED azules brilló a su izquierda.

Que… ¡¿Que pasó?! ¡¿Qué es todo esto?!

Al notar el roce de una mano helada sobre su frente, Diesel se revolvió sobre su espalda hasta caer de pie junto a la mesa en la que estaba, y, a trompicones, empezó a retroceder.
            -Que… ¿Quiénes son ustedes? ¿Po-por que estoy aquí…? ¡¿Que m-me hicieron?!- las palabras salían a borbotones de su boca, en parte por el miedo y en parte porque su caja de voz no le respondía correctamente. -¡¿Co-como llegué aquí?!- chilló, apoyando la espalda en la pared para detener el temblor de sus piernas, mientras tres borrosas figuras se acercaban a ella. Se preguntó si podría luchar contra ellas, pero además de estar mareada, las figuras eran tres, y la que se encontraba al centro era casi una cabeza mas alta que ella y el doble de corpulenta.
            -Por favor, tranquilízate, no queremos lastimarte- la figura de la derecha adoptó una postura de rendición, mientras daba un paso hacia ella. Diesel pudo ver que se trataba de un oxidado autómata de latón, con un rostro que transmitía hospitalidad. –Te encontramos en la basura y te reparamos, no-no sabemos de donde provienes-.
            -Te lo dije, Rabbit, está como una cabra. A veces deberías hacerme caso, para variar- la figura mas alta del conjunto se cruzó de brazos, y al mirarlo directamente,  Diesel pudo ver una cara brillante y plateada que dirigía una mirada de desaprobación al robot que había hablado primero.
            -¡No seas descortés, The-the Spine! ¡No es de buena educación acusar de locura a otros!- El tal Rabbit había recuperado la palabra. Diesel aprovechó la discusión entre las dos máquinas para mirar a su alrededor en busca de una vía de escape, pero la única puerta de la habitación se encontraba bloqueada por la tercera figura, un autómata dorado vestido con una moda que ya no se estilaba, y que parecía estar ahí más para poder huir que para impedir el paso de alguien. “Demonios…” pensó. “En otras circunstancias podría empujar a ese debilucho de ahí, desde aquí veo que le tiemblan las piernas, pero no puedo arriesgarme, con mis sensores tan alterados, a perder el equilibrio. Además, ese tipo plateado me pone los circuitos de punta, juraría que he visto máquinas como él en el museo de armas de guerra…”
            Como si hubiera escuchado sus pensamientos, el robot giró la cabeza para mirar a Diesel, pero lo hizo  tan súbitamente que esta entró en pánico, dio un grito y echó a correr. El autómata en la puerta se apartó de su camino precipitadamente, pero aquel “Rabbit” se movió más rápido que la desorientada Diesel y sus dedos se cerraron como tenazas sobre su brazo, obligándola a mirarlo. Su rostro no parecía tan hospitalario ahora.
            -¡Déjame!- Diesel emitió un chillido tan estridente que hasta a ella misma le sobrecargó los oídos. Los dedos de Rabbit flaquearon por una milésima de segundo, justo lo suficiente para que la mujer robótica se diera vuelta y saliera corriendo.
            Por unos segundos creyó que lo había logrado. Y entonces llegó afuera.
            Sus ojos se vieron de pronto inundados de luz y colores, y, tambaleándose, tuvo que detener su loca carrera.
            La ciudad era mucho más grande de lo que jamás hubiera imaginado. Y también estaba mucho más sucia de lo que esperaba. Al ver los escombros y chatarra que rodeaban la casa, empezó a marearse de nuevo, y al tratar de sentarse en el suelo, su mirada se cruzó con su propio rostro, reflejado en un trozo de espejo que sobresalía de un montón de vidrios rotos. Sus propios ojos le devolvieron una expresión de angustia de la que nunca se hubiera creído capaz, y de pronto, una súbita corriente eléctrica estimuló su cerebro positrónico, haciendo que sus archivos de memoria empezaran a funcionar de repente.

            -¡Por favor! ¡No está obsoleta, no es necesario llevársela!- La voz de Mary sonaba desesperada. – Por favor… No puedo permitirme un robot más moderno, no me dejen sin Diesel…
            -¡Apártese, señora! Por orden del consejo de la ciudad, debemos retirar de circulación todos los robots obsoletos para su posterior desactivación y almacenamiento.- el policía hablaba con toda la seguridad del mundo. - Es por su seguridad.
            Diesel deseaba luchar, deseaba evitar que la alejaran de Mary, pero las Tres Leyes se lo impedían. Sabía que sin ella, Mary no podría mantener en funcionamiento el precario negocio que la mantenía, pero la posibilidad de causar daño a los policías se le antojaba inconcebible.
            -M-Mary… Déjalos.- Jebediah se acercó a Mary y le rodeó los hombros con un brazo, en un intento por tranquilizarla, pero él también estaba temblando. Mary rompió a llorar.
            -Señora Mary…-Diesel supo que no podía hacer nada más, y decidió despedirse de su ama para evitarle más dolor. –No se preocupe por mí, estaré bien, y sé que usted también.
            Las manos de los policías eran fuertes, y no dejaron de sujetarla con fuerza hasta que la metieron en la parte de atrás del camión. Diesel se sentó a oscuras, entre un montón de robots parecidos a ella, por el resto del trayecto. A ojos de un humano, ninguno se movía o emitía sonido alguno, pero Diesel podía ver el dolor en todos ellos, oír sus sollozos silenciosos y ver en sus rostros amargas lágrimas de aceite.
            En la planta de desactivación fueron llevándose a sus acompañantes uno por uno, y cada vez que entraba un robot al oscuro taller, varios operarios cargaban hacia afuera el “cadáver” del anterior. Diesel se sentía mal. Finalmente llegó su turno, y al avanzar para entrar a la sala, su mirada se cruzó con los ojos vacíos del robot que había entrado antes que ella.
Diesel sintió de pronto que no podía dejar que la desactivaran. No quería morir. No podía dejar que los humanos se salieran con la suya, y siguieran creyendo que podían crear y eliminar vidas así, sin remordimiento ni castigo.
Todos gritaron cuando ella se dio vuelta y, con dos patadas certeras, apartó a los dos robo-guardias que la escoltaban. Echó a correr hacia la ventana más cercana, pero dos policías robóticos se pusieron frente a ella, y Diesel, incapaz de otra cosa, tomó como rehén al operario que iba a desactivarla. La Primera Ley parecía haber desaparecido. Más no sirvió de nada.
En un santiamén, los robots de último modelo se acercaron lo suficiente para apartarla del humano de un certero puñetazo, y, antes que ella pudiera reaccionar, uno de ellos la inmovilizó retorciendo su brazo derecho tras su espalda y tirando de su pierna izquierda, con tanta fuerza que sus articulaciones cedieron. Los receptores de dolor de Diesel se sobrecargaron y la dejaron sin sentido.

Diesel abrió los ojos lentamente. Le temblaba la mandíbula inferior. Había atacado a un humano. Había infringido la más importante de las Leyes de la robótica. Jamás podría volver a la ciudad.
Elevó la mirada al sentir una mano en su hombro, y sus ojos, bañados en lágrimas de aceite, se cruzaron con los del robot plateado del que había huido antes. Éste tendió la mano hacia ella y la ayudó a levantarse.
-Me llamo The Spine. - su sonrisa se veía más cálida ahora, mientras su mano estrechaba la de Diesel, ahora en un saludo.- Bienvenida a la Mansión Walter.

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