Cargando… 3… 2… 1… Encendido exitoso.
Cuando Diesel abrió los ojos, el mundo a su
alrededor empezó a dar vueltas. Estaba muy desorientada, más de lo que había
estado en toda su existencia.
Donde… ¿Donde estoy? ¿Qué es este lugar?
Una mano se acercó a ella, unas voces sonaban
confusas cerca de su cabeza. El resplandor de unos ojos LED azules brilló a su
izquierda.
Que… ¡¿Que pasó?! ¡¿Qué es todo esto?!
Al notar el roce de una mano helada sobre su
frente, Diesel se revolvió sobre su espalda hasta caer de pie junto a la mesa
en la que estaba, y, a trompicones, empezó a retroceder.
-Que… ¿Quiénes son ustedes? ¿Po-por
que estoy aquí…? ¡¿Que m-me hicieron?!- las palabras salían a borbotones de su
boca, en parte por el miedo y en parte porque su caja de voz no le respondía
correctamente. -¡¿Co-como llegué aquí?!- chilló, apoyando la espalda en la
pared para detener el temblor de sus piernas, mientras tres borrosas figuras se
acercaban a ella. Se preguntó si podría luchar contra ellas, pero además de
estar mareada, las figuras eran tres, y la que se encontraba al centro era casi
una cabeza mas alta que ella y el doble de corpulenta.
-Por favor, tranquilízate, no
queremos lastimarte- la figura de la derecha adoptó una postura de rendición,
mientras daba un paso hacia ella. Diesel pudo ver que se trataba de un oxidado
autómata de latón, con un rostro que transmitía hospitalidad. –Te encontramos
en la basura y te reparamos, no-no sabemos de donde provienes-.
-Te lo dije, Rabbit, está como una
cabra. A veces deberías hacerme caso, para variar- la figura mas alta del
conjunto se cruzó de brazos, y al mirarlo directamente, Diesel pudo ver una cara brillante y plateada
que dirigía una mirada de desaprobación al robot que había hablado primero.
-¡No seas descortés, The-the Spine!
¡No es de buena educación acusar de locura a otros!- El tal Rabbit había
recuperado la palabra. Diesel aprovechó la discusión entre las dos máquinas
para mirar a su alrededor en busca de una vía de escape, pero la única puerta
de la habitación se encontraba bloqueada por la tercera figura, un autómata
dorado vestido con una moda que ya no se estilaba, y que parecía estar ahí más
para poder huir que para impedir el paso de alguien. “Demonios…” pensó. “En
otras circunstancias podría empujar a ese debilucho de ahí, desde aquí veo que
le tiemblan las piernas, pero no puedo arriesgarme, con mis sensores tan
alterados, a perder el equilibrio. Además, ese tipo plateado me pone los
circuitos de punta, juraría que he visto máquinas como él en el museo de armas
de guerra…”
Como si hubiera escuchado sus
pensamientos, el robot giró la cabeza para mirar a Diesel, pero lo hizo tan súbitamente que esta entró en pánico, dio
un grito y echó a correr. El autómata en la puerta se apartó de su camino
precipitadamente, pero aquel “Rabbit” se movió más rápido que la desorientada
Diesel y sus dedos se cerraron como tenazas sobre su brazo, obligándola a
mirarlo. Su rostro no parecía tan hospitalario ahora.
-¡Déjame!- Diesel emitió un chillido
tan estridente que hasta a ella misma le sobrecargó los oídos. Los dedos de
Rabbit flaquearon por una milésima de segundo, justo lo suficiente para que la
mujer robótica se diera vuelta y saliera corriendo.
Por unos segundos creyó que lo había
logrado. Y entonces llegó afuera.
Sus ojos se vieron de pronto
inundados de luz y colores, y, tambaleándose, tuvo que detener su loca carrera.
La ciudad era mucho más grande de lo
que jamás hubiera imaginado. Y también estaba mucho más sucia de lo que
esperaba. Al ver los escombros y chatarra que rodeaban la casa, empezó a
marearse de nuevo, y al tratar de sentarse en el suelo, su mirada se cruzó con
su propio rostro, reflejado en un trozo de espejo que sobresalía de un montón
de vidrios rotos. Sus propios ojos le devolvieron una expresión de angustia de
la que nunca se hubiera creído capaz, y de pronto, una súbita corriente
eléctrica estimuló su cerebro positrónico, haciendo que sus archivos de memoria
empezaran a funcionar de repente.
-¡Por
favor! ¡No está obsoleta, no es necesario llevársela!- La voz de Mary sonaba
desesperada. – Por favor… No puedo permitirme un robot más moderno, no me dejen
sin Diesel…
-¡Apártese,
señora! Por orden del consejo de la ciudad, debemos retirar de circulación
todos los robots obsoletos para su posterior desactivación y almacenamiento.-
el policía hablaba con toda la seguridad del mundo. - Es por su seguridad.
Diesel
deseaba luchar, deseaba evitar que la alejaran de Mary, pero las Tres Leyes se
lo impedían. Sabía que sin ella, Mary no podría mantener en funcionamiento el
precario negocio que la mantenía, pero la posibilidad de causar daño a los
policías se le antojaba inconcebible.
-M-Mary…
Déjalos.- Jebediah se acercó a Mary y le rodeó los hombros con un brazo, en un
intento por tranquilizarla, pero él también estaba temblando. Mary rompió a
llorar.
-Señora
Mary…-Diesel supo que no podía hacer nada más, y decidió despedirse de su ama
para evitarle más dolor. –No se preocupe por mí, estaré bien, y sé que usted
también.
Las
manos de los policías eran fuertes, y no dejaron de sujetarla con fuerza hasta
que la metieron en la parte de atrás del camión. Diesel se sentó a oscuras,
entre un montón de robots parecidos a ella, por el resto del trayecto. A ojos
de un humano, ninguno se movía o emitía sonido alguno, pero Diesel podía ver el
dolor en todos ellos, oír sus sollozos silenciosos y ver en sus rostros amargas
lágrimas de aceite.
En
la planta de desactivación fueron llevándose a sus acompañantes uno por uno, y
cada vez que entraba un robot al oscuro taller, varios operarios cargaban hacia
afuera el “cadáver” del anterior. Diesel se sentía mal. Finalmente llegó su
turno, y al avanzar para entrar a la sala, su mirada se cruzó con los ojos
vacíos del robot que había entrado antes que ella.
Diesel sintió de
pronto que no podía dejar que la desactivaran. No quería morir. No podía dejar
que los humanos se salieran con la suya, y siguieran creyendo que podían crear
y eliminar vidas así, sin remordimiento ni castigo.
Todos gritaron cuando
ella se dio vuelta y, con dos patadas certeras, apartó a los dos robo-guardias
que la escoltaban. Echó a correr hacia la ventana más cercana, pero dos policías
robóticos se pusieron frente a ella, y Diesel, incapaz de otra cosa, tomó como
rehén al operario que iba a desactivarla. La Primera Ley parecía haber
desaparecido. Más no sirvió de nada.
En un santiamén, los
robots de último modelo se acercaron lo suficiente para apartarla del humano de
un certero puñetazo, y, antes que ella pudiera reaccionar, uno de ellos la
inmovilizó retorciendo su brazo derecho tras su espalda y tirando de su pierna
izquierda, con tanta fuerza que sus articulaciones cedieron. Los receptores de
dolor de Diesel se sobrecargaron y la dejaron sin sentido.
Diesel abrió los ojos lentamente. Le temblaba
la mandíbula inferior. Había atacado a un humano. Había infringido la más
importante de las Leyes de la robótica. Jamás podría volver a la ciudad.
Elevó la mirada al sentir una mano en su
hombro, y sus ojos, bañados en lágrimas de aceite, se cruzaron con los del
robot plateado del que había huido antes. Éste tendió la mano hacia ella y la
ayudó a levantarse.
-Me llamo The Spine. - su sonrisa se veía más
cálida ahora, mientras su mano estrechaba la de Diesel, ahora en un saludo.-
Bienvenida a la Mansión Walter.